Portada

¡Hola! ¿Cómo estamos? ¿Bien? ¿Cómo estamos? 

El disco salió en mayo del 2019, ¿no? Bueno, pues ya va siendo hora, cinco meses después, de que vaya poniendo mi opinión (creo que tiempo suficiente como para dejarlo digerir, aunque en estos tiempos pueda parecer algo indecente…). Ojo al ladrillo y absténganse los que no pueden con más de 280 caracteres. Y los que 140, más aún.

Empezaré por lo primero en lo que uno se fija cuando compra un disco (en formato físico): la portada. Siendo lo segundo la contraportada. Que si, además, se conjuntan entre sí, ya viene a ser un primer plus. Y en este disco lo encontramos.

Título: “Los hombres del renacimiento”. Genial demostración de capacidad de reírse de uno mismo a la vez que de auto-reivindicarse. Pega bastante bien a una banda de la que cuyos miembros sufren o bien depresión con intentos de suicidio, o bien les han amputado una pierna debido al abuso continuado de sustancias durante años, o bien se ven en la necesidad esporádica de hacer de chicos de la limpieza en cualquier inmundo lugar para llegar a fin de mes. Por consiguiente, la imagen de la portada viene acorde a ese mentado renacimiento, una década después del último álbum firmado por The Wildhearts, con un precioso lienzo en el cual los protagonistas son, como no podía ser de otra manera, los cuatro corazones salvajes posando orgullosos en la habitación de algún palacio florentino rodeados de parafernalia renacentista de la época, circa el Siglo XV… con la peculiaridad de que ellos lucen sus chupas de cuero negro, sus rastas, sus viseras punk-rocker y su pelo engominado. Por no decir que uno de ellos es mulato… La chulería. El rock’n’roll.

Pero como todo en esta vida, el rock’n’roll también tiene una oscura puerta trasera, que en este caso nos la muestra la contraportada, la cual, al desplegarla, hace de continuación a la orgullosa portada, pero dotándola de un cariz muy diferente: encontramos la pared derruida y en ruinas que queda contigua a la reducida zona que queda en pie y en la que posan los renacidos. La advertencia es clara: el desastre puede estar a la vuelta de la esquina.

Aunque con los Wildhearts el riesgo de catástrofe no cabe esperarlo en el aspecto musical, si no que en el personal o emocional. El viejo cuento en el que el drama siempre sobrevuela la escena.

Echando ahora la mirada atrás, se puede afirmar que, en cierto modo, los Wildhearts siempre fueron unos adelantados a su tiempo (o si acaso, unos descarriados de su tiempo): una mezcla imposible de estilos musicales (rock, pop, punk, heavy…) y aspectos estilísticos (un cantante y líder pelirrojo con rastas y querencia yanqui, un guitarrista de piel oscura con pintas de hindú occidentalizado, un bajista tabernero británico, un baterista pulcro con tez seria y mirada de psicópata…). Unos bichos raros, pero a la vez unos especímenes exóticos

Esta marcada personalidad provocaba que no formasen parte de ninguna escena o tribu urbana musical concreta, siempre yendo a su bola y a la deriva sin dónde encontrar apoyo. Demasiado punks para los poperos, demasiado poperos para los heavys, demasiado heavys para los rockers, demasiado rockers para los punks… Aunque al final eran un poco de todo: un poco punks, un poco pop, un poco rockers, un poco heavys. Y resulta que la mezcla era de lo más coherente. Si el rock mola, si el punk mola, si el pop mola y si el heavy mola… por consiguiente la mezcla de todos ellos debe molar y no puede resultar más que un «SÍ» rotundo. The Wildhearts eran una banda del Siglo XXI en el Siglo XX.

Hoy en día, que poco a poco (o mucho a mucho) se va diluyendo la esencia del rock en beneficio de nuevos formatos, los Wildhearts representan por méritos propios la resistencia y continuación de las lecciones legadas por hermanos mayores como Motörhead (heavy rockers) o Ramones (punks poperos). Los hombres renacidos, en la actualidad, son una banda del Siglo 20 en el Siglo 21.

En cualquiera de los casos, los Wildhearts siempre construyendo y rodando por su propio camino. Lleno de baches y obstáculos, eso sí, aunque (casi) siempre haciendo frente y reponiéndose a los golpes.

Volviendo a la portada/contraportada, en cierto modo recuerda (y podría considerarse un guiño) al mismo juego realizado por Led Zeppelin en su disco “IV”. Y como los propios Zeppelin fueron los primeros y más descarados grandes ladrones de ideas, la apropiación por parte de los Wildhearts de una ocurrencia ajena se convierte en lícita (aquello de quién roba a un ladrón…). Por no decir que es la mejor reconversión realizable en la actualidad. Y siguiendo con los paralelismos con Led Zeppelin, una vez escuchado y asimilado este “Renaissance Men”, también se podría catalogar en la discografía de los Wildhearts como el equivalente al “IV” de Zeppelin. Es decir, la mitad de los temas del disco son de una calidad inalcanzable, de Olimpo, mientras que la otra mitad, en comparativa se quedan simplemente en buenas. Aunque esto supone adelantar la conclusión final, que trataré de razonar en las siguientes líneas.

1. Dislocated

La primera hostia directa a la cara. Temón de los que se pueden considerar largos (6 minutos), pero que, no obstante, pasan como una exhalación. Recuerda, en cuanto a energía, esfuerzo compositivo y resultado al brutal “Rooting For The Bad Guy” que abría el disco blanco (que ya ha cumplido más de 10 años). Manera inmejorable de comenzar, mostrando parte de las armas de la banda en una única pieza: riffs asesinos, Ginger dejándose las cuerdas vocales (¿no se dijo que recientemente había tenido que operárselas? Tela…), los coros de CJ (¡qué placer!), los redobles toscos de Ritch y la presencia a modo de milagro de Danny al bajo, tras no se sabe cuántos años de ausencia.

Habitualmente suele decirse, acertadamente, que esta banda te mete como quince canciones en una, cosa que para algunos puede resultar un handicap, sin embargo, ¡eso son los Wildhearts! ¡Y además son maestros en la labor! Este tema es buena muestra de ello, algo así como: riff potente + parón y entrada de voces (se repite esta estructura varias veces) + aceleración y subidón con voces de CJ + riff potente + pasaje angustioso ralentizado + explosión de los cielos (“Baby, don’t leave me alone!”) + parte firme + desenlace. Y vuelta a empezar… metiendo un puñado de matices diferenciadores. Ya se ve por dónde van los tiros. El unir todas esas piezas del puzzle puede aparentar ser relativamente sencillo, pero para que la canción alcance coherencia y sentido de unidad se requiere de un especialista. Y ese es el pelirrojo.

A remarcar algunas de las letras como “Continuamos, las víctimas de la oferta y la demanda, en el aislamiento”. Todo esto con un sonido musculado y superproducido con el que, personalmente, no tengo ningún problema. El tipo de sonido que requiere de volumen atronador. Y ya dejó claro Lemmy cómo tenía que ser el volumen en el rock…

La apertura del disco, con este “Desencajado”, para nuestra alegría, nos regala un nuevo clásico en el larguísimo repertorio de la banda. Porque están de vuelta, por la fuerza, por los cambios de ritmo, por las melodías, por la complejidad, por los cojones, por la euforia, por un nuevo temazo por el que celebrar… puntuación de 10,5 sobre 10.

2. Let ‘Em Go

¿Qué se puede hacer tras un inicio tan arrollador? Pues continuar haciendo lo mismo, porque si no, el tema anterior te come vivo. ¡Pero qué mejor manera que hacerlo que de diferente manera! En lugar de un tema largo y complejo, un pildorazo efectista y festivo. Para lo cual, directamente y sin más rodeos, empiezas por el estribillo, que parece un himno tabernario irlandés para corear con una jarra de cerveza en alto. “Déjalos marchar, deja que los ríos llenos de mierda fluyan (…) Si no están ahí para compartir tus problemas, para eso estás mejor tú solo”.

La siguiente parte, más macarra, recuerda a los temas incluidos en el álbum “Coupled With”. De hecho, se podría decir que “Let ‘Em Go” es algo así como el resultado de comprimir todo aquel disco en un solo tema, pero aún y así, mejorando el resultado global de aquel. El tema sigue aceleradísimo y sin mirar atrás hasta que entra como invitado Frank Turner a poner un poco de sensatez: “La única cosa que comprendí fue coger lo malo y hacerlo bueno”. Y de ahí una nueva ascensión hasta el éxtasis. Y la entrañable estrofa de Danny… Y nueva vuelta al glorioso estribillo para poner fin. Muy diferente de “Dislocated”, pero similar en cuanto a resultado. Otro 10,5.

3. Renaissance Men

Ya hemos comentado antes el genial título que da nombre al álbum y la canción no se queda atrás a pesar de contar con la desventaja de que la preceden dos enormes clásicos instantáneos. No sé muy bien cómo definir el tema… se me ocurre algo así como indie-rock, entendiendo lo de “indie” desde la mejor perspectiva posible. Un riff simpático y luminoso sobre el que canta Ginger acerca del retorno de la banda, a quien dan la réplica coros femeninos (“Buen día!”, “Eureka!”, “Tequila!”, “Bonita!”). Podría pasar por una canción de Hey!Hello!, un tema entusiasta idóneo para celebrar que los Wildhearts están de vuelta (de vuelta de todo y de vuelta a las andadas) y corear en directo: “Arriba!”. Un 9.

4. Fine Art Of Deception

Tras esa apabullante tripleta inicial es complicado mantener el nivel y aquí bajamos un escalón, aunque nada alarmante. Bueno, en realidad sí… lo alarmante es el mensaje que, empezando desde ese título, “Bello arte del engaño”, llega hasta la frase más oscura y preocupante del disco: “Estoy trabajando en una manera de decir adiós”, la cual viene firmada por una persona con una continua lucha interna y con varios intentos de suicidio, algunos de ellos muy recientes. Más letras inquietantes: “Si me ves dando vueltas por el suelo, es mi manera para tratar de encontrar la puerta de salida”, que viene a ser una metáfora de que el firmante tiende a tomar los caminos más difíciles y heterodoxos. Esperemos que sacar sus demonios a la luz sirva de bálsamo y balón de oxígeno para Ginger. Quizás resulte una buena forma de desahogo…

Desde luego, lo que hay que reconocerle (más bien agradecerle) es la valentía y el arrojo que está demostrando últimamente reconociendo abiertamente y sacando a la luz sus graves problemas de salud mental, ya que esto es una realidad que sufren en silencio infinidad de personas y que por si no fuera poco, además está “mal vista” y estigmatizada por la sociedad en general. A mí me parece que hoy día es una problemática similar a las que hubo hace un puñado de décadas con el racismo o con la homosexualidad, que al menos, parecen haberse “normalizado” (¿qué es ser normal?), o más bien, “visibilizado” en los últimos tiempos. En nuestra enferma sociedad, el tema de la salud mental es una asignatura pendiente que tenemos que “normalizar” cara al futuro y una de las acciones que más pueden ayudar a ello es hablar sobre ella sin tapujos, al igual que nadie se avergüenza de comentar problemas físicos como que le duele la rodilla o que tiene un tirón en la espalda. Ya lo decían los romanos o los griegos milenios atrás: “mente sana en cuerpo sano”. Eso está claro. Quien más o quien menos, ya sabe lo que tiene que hacer para tener un cuerpo sano (alimentación adecuada y algo de ejercicio), pero ¿para tener una mente sana? No hay estigma al hablar de la parte física, por lo tanto, tampoco debería haberlo en hablar de la parte psíquica. Quizás pudiera ser un buen punto de partida el sacar estos temas a la luz, ya que son una realidad. Y si una realidad se esconde, esta se convierte en invisible. Y si algo es invisible y no lo ve nadie, es complicado aportar soluciones. Pero esto es cosa de todos y cada uno de nosotros, que deberíamos ir practicándolo poco a poco, en nuestro día a día, de manera natural.

Volviendo a la canción, es una vomitona del cantante para extirpar sus demonios, envuelta en una canción que, aunque no sea excepcional, es buena. En cualquier caso, en esta canción, es más importante el mensaje que la canción en sí. Nota: 7,5.

5. Diagnosis

El ÉXTASIS. La EUFORIA. La RABIA. La GLORIA. En definitiva, el TEMA. Y ojo, porque esto es muy gordo. No estamos hablando del mejor tema del disco (eso por descontado), sino que, como poco, del podium en la carrera de los Wildhearts, pudiendo pasar tranquilamente como el nº1. Y decir eso tras una carrera de 30 años y contando con un repertorio que comprende, entre otras, perlas como “29 x The Pain”, “Headfuck”, “Sick Of Drugs”, “I Wanna Go”, “Vanilla Radio”, “Caffeine Bomb”, “Top Of The World”, “Girlfriend Clothes”, “Shitsville”, “Love Shit”, “Weekend”, “Inglorious”, “Geordie”, “Cheers”, etc.… ¡es como para ponernos de rodillas y dar las gracias! ¡Y lo mejor de todo es que no estoy pecando de entusiasmo! ¡Es que esto ES así! ¡¡¡Joder, “Diagnosis”!!!

Es que menudo inicio… unos punteos de bienvenida a lo “For Those About To Rock” de AC/DC, en plan “idos preparando para lo que os viene encima”, que van aumentando en intensidad hasta desencadenar en los potentes guitarrazos que al instante se funden con un riff de ramalazo hard-rockero de la vieja escuela. Hasta aquí, en este primer minuto y medio, el trabajo de las guitarras es de órdago, un intensísimo repaso a los mejores sonidos de rock paridos a las seis cuerdas durante las últimas cinco décadas.

A sabiendas de lo que tiene entre manos, Ginger se esfuerza por darle continuidad con unas estrofas que estén a la altura, y vaya si lo consigue a base de conjugar el punto macarra con un contrapunto melódico tarareable. En este punto, la canción necesita un estribillo memorable, pero vayamos por partes, que antes ha de llegar el puente… el cual fluye al igual que el agua por el cauce de un torrente. Traduciendo la metáfora al lenguaje musical: te encuentras a ti mismo entonando ese pasaje mientras el tono va ganando en intensidad hasta el bendito desenlace con los brazos en alto queriendo rozar los cielos, en aras de tratar de dignificar los problemas de salud mental: “Tú no eres tu diagnóstico, tú no eres esa receta en tus manos. Tú no eres tu diagnóstico, simplificado para que ellos lo puedan comprender”.

Los Wildhearts tocando la gloria con la punta de los dedos. Una victoria de la música. Una victoria de la decencia humana. Una victoria de la vida.

Pero, un momento… ¿acaso alguien dijo que esto se había acabado? Justamente, en el preciso instante en el que nos damos cuenta de que estamos saboreando las vistas desde la cima de la montaña y a sabiendas de que esta canción merece la calificación más alta de todas, nuestra cabeza estalla en una celebración y se eleva un palmo sobre la tierra junto con el inesperado detonante final: “¡NO ERES UN ANIMAL! ¡NO SOMOS ANIMALES! ¡NO SOY UN ANIMAL! ¡SOY UN SER HUMANO!” con un super-vitaminado respaldo sonoro digno del “Holidays In The Sun” de los Sex Pistols. A veces la magia existe y durante unos instantes llegas a estar por encima de lo más alto. De ahí en adelante, lo único que puedes hacer es seguir disfrutando hasta el final. Seis minutos, seis, de himno ininterrumpido. 

Volviendo a los puntos en común con el disco «IV» de Led Zeppelin, «Diagnosis» representa el «Stairway To Heaven» super-amplificado del Siglo 21, pasado por el tamiz vigoroso de un chute de adrenalina inyectado directamente al corazón. Si «Stairway…» es considerado por muchos como el tema definitivo del rock del pasado Siglo XX, en el presente, «Diagnosis» puede representar lo mismo sin inmutarse.  Y no, esto no es ninguna locura, ni delirio. Es la cordura suprema. Quien no lo vea, puede probar a tomarse un ansiolítico (con o sin receta médica).

En definitiva… ¡¡¡»DIAGNOSIS»!!! ¡Como para no reeditarlo en formato individualizado en ese “Diagnosis EP” que ya lo tenemos encima! “Diagnosis”… a esto solo puedes darle un 11 sobre 10.

6. My Kinda Movie

A esta no le queda otra que ser lo más digna posible tras lo supremo. Por ese lado, es un acierto que sea corta y rápida. Al menos de esta manera no bajas el ritmo. Riffs, guitarras y melodías que pudieran haber cuadrado en el álbum “The Wildhearts Must Be Destroyed!”. Y algo así no puede más que ser bueno. Un 8.

7. Little Flower

La fortuna nos sonríe y esta vez es CJ quien regala a la banda y a sus seguidores un nuevo pequeño clásico. El mismo truco efectivo de “Let ‘Em Go” de comenzar con un memorable estribillo resulta una agradable sorpresa para nuestros oídos. Las estrofas de nuevo recuerdan a los momentos más rudos de “Coupled With”. Qué gran mezcla: melodía vibrante Vs distorsión cruda. Y el solo de guitarra también al saco de las alegrías. A veces qué buenas que resultan las cosas simples. Para qué decir más. Un 10.

8. Emergency (Fentanyl Babylon)

Guitarras y batería comienzan con un pseudo-guiño al “Blitzkrieg Bop” ramoniano. Dan paso a un riff rockero que hace de base pétrea. Un tema urgente. Tan urgente que apenas dura poco más de dos minutos, los cuales bastan para denunciar el peligro potencial que suponen algunos de los medicamentos recetados para cuestiones de salud mental y toda la oscura e invisibilizada mercadotecnia que hay detrás de los intereses de la industria farmacéutica. Para ello, en las letras recurre a ejemplos de compañeros músicos caídos a causa del uso indebido de “drogas legales”, como Petty, Prince o Michael Jackson. Al igual que en “Fine Art…”, en este caso también tiene más valor el mensaje. Nota: 8.

9. My Side Of The Bed

En el tema que abre el álbum, comentaba lo complicado que resulta unir diferentes partes de una canción y que adquiera la coherencia de “un todo”. Y también que Ginger es un experto de estas cuestiones. Pues aquí tenemos una de esas excepciones a la regla. Un pequeño aborto de canción. Aunque también hay de dónde rascar…

El inicio, muy machacante (en el buen sentido) y con ruidos de taladro de fondo, recuerda al “Destroy All Monsters”, el tema bestial que cerraba el disco blanco homónimo de 2008. Parece que el tema va a salir adelante, pero se queda medio gripado, como cuando tratas de arrancar un coche con la batería bajo mínimos. Por fin, a la enésima, se pone en marcha y la canción toma un derrotero más convencional… hasta llegar a otro cruce de cables que representan esos coros: “A-já! A-já! A-já!”. Y de repente vuelta a otra zona de normalidad, para tornar a pasajes más sosegados… y nueva vuelta a la parte más melódica. “A-já!”. Y después un solo celestial. Y vuelta a la parte inicial machacante y a los taladros. Y así todo el rato. Un auténtico Frankenstein constituido de diferentes partes inconexas. No obstante, sin saber a ciencia cierta por qué, la canción gusta. Quizás debido a que es tan “diferente” y “rara”. Quizás por las mismas razones por las que cae bien el bestia de Frankenstein.

Y así termina el cantante, tan tranquilo: “¿Yo? Yo estoy aquí a gusto, en mi lado de la cama”. Un 7,5. ¡A-já!

10. Pilo Erection

Esta es otra con varias partes unidas entre sí, pero no desentona tanto como la anterior. La alucinógena intro de guitarra da paso a un mastodóntico riff al que ponen fondo los golpes de batería simulando un martillo contra un yunque. Y con este preámbulo da inicio la parte cantada, que torna en acertado tono de despedida para dar cierre al álbum.

Aquí Ginger se desmarca con una bonita letra dedicada al nexo de unión entre artistas y fans de la música: “No tengas miedo de mí, simplemente estate ahí para mí, soy consciente de que necesito algún lugar en el que compartir mi energía. Sé que no te conozco, nunca he querido que me pertenecieses, pero soy alguien al que te puedes arrimar cuando el mundo es terrorífico, un oso de peluche o un león salvaje”. Estas bonitas palabras desembocan en un estribillo onírico, deudor de algunos temas del trabajo en solitario del cantante, como el disco “555%”. Ya en el zenit… retorno al martillo y al yunque para volver a dar una nueva vuelta hacia el zenit. En esta ocasión cabe guardar en el cajón de los tesoros esta frase: “Coge los malos momentos y el drama, y lúcelos como una insignia honorífica”. Palabras esperanzadoras que chocan de frente con los salvajes pasajes sonoros intermedios. Le pondría un 8, pero la parte final que da cierre al disco con sus potentes guitarras le van a otorgar un 8,5.

Resumen

Como nota promedia me da un 9,05. Sobresaliente. Raspado, pero sobresaliente.

A día de hoy, a las puertas de la década 2020, los Wildhearts están haciendo lo que actualmente ya no pueden hacer ni Motörhead, ni AC/DC, ni Ramones, ni Sex Pistols. Y lo están haciendo a base de trabajo, de amor por la música, de rock y de roll. Y eso hay que reconocérselo (y disfrutarlo).

Seguramente “Earth Vs The Wildhearts” siga siendo su mejor álbum, pero es que en este “Renaissance Men” tenemos 5 nuevos clásicos (¡casi nada!). Por no decir que en este disco han parido “Diagnosis”, que podría pasar por la cúspide de su carrera. En pleno 2019. En una banda formada en 1989… Por lo que “Renaissance Men” queda bien alto entre la discografía de los Wildhearts. Difícil me parecía que superasen el nivel del blanco homónimo del 2008, pero creo que lo han hecho, aunque sea nada más que por un poco. Aquel sería un 9, pero este es un 9,05.

Y por si fuera poco, para nuestra fortuna tenemos ese “Diagnosis EP” esperándonos a ser catado y la fecha de Madrid que promete ser de esas memorables. ¡Arriba! 

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